Algunos ingresan a la Guardia Civil buscando estabilidad. Otros, tradición. Y unos pocos lo hacen por algo que va más allá: una vocación que no entiende de conformismos ni de silencios impuestos. Hoy entrevistamos a un guardia civil que hace casi dos décadas dejó atrás un trabajo estable en la empresa privada para servir a la sociedad desde el uniforme… y para defender desde dentro a quienes también lo visten. Desde 2007, año de su ingreso, no ha dejado de observar —ni de denunciar— las carencias estructurales y las injusticias que afectan al cuerpo. Aquel año también se afilió a AUGC. Lo que vino después es una historia de compromiso y coherencia, pero también de desgaste, presión y hasta represalias. Lejos de doblegarse, decidió seguir, convencido de que la Guardia Civil no solo puede ser mejor, sino que lo será si quienes la componen se organizan, se apoyan y alzan la voz. Actualmente es secretario de comunicación de la Delegación de Pontevedra y coordinador sectorial de AUGC en el ARS, una de las unidades más operativas, sacrificadas y tecnificadas del Cuerpo. Desde ahí continúa su lucha, más firme que nunca. 1. Ingresaste en la Guardia Civil dejando atrás una vida laboral ya consolidada. ¿Qué te movió a dar un giro tan profundo? ¿Fue una decisión difícil? Crecí en un entorno social complejo, derivado de la transición y transformación que vivió la sociedad española en aquellos años. Un entorno donde desarrollé un fuerte sentido de la justicia y un impulso natural por ayudar a los demás, valores que también me fueron inculcados desde niño por mis padres. Aunque dejar una vida profesional estable, con comodidades y derechos laborales garantizados, pudo parecer incomprensible para muchos de mis allegados, para mí fue una transición coherente con mis principios. No fue una decisión difícil, pero sí desconcertante para quienes no entendían que eligiera un camino con menos derechos y menor salario por vocación. 2. ¿Cómo viviste los primeros años de servicio? ¿Cuándo empezaste a darte cuenta de que algo no funcionaba dentro del sistema? Los inicios fueron un choque con una cultura institucional muy distinta. Me sorprendió la rigidez de ciertos protocolos, que en muchos casos obstaculizaban el desarrollo eficaz del servicio. Pronto entendí que se tomaban decisiones de espaldas a la realidad operativa, ignorando la experiencia de quienes trabajamos a pie de calle. Fue entonces cuando comprendí que el sistema necesitaba cambios estructurales. 3. Desde el inicio te involucraste en la defensa de derechos. ¿Qué respuesta encontraste? ¿Fue más dura de lo que imaginabas? La respuesta fue tan previsible como frustrante: «No te quejes, no vas a cambiar nada». Escuchaba frases como «haz tus horas y vete a casa, nadie te lo va a agradecer». Más que dureza, lo que me impactó fue el conformismo. Me costaba entender cómo se podía aceptar la falta de descansos, permisos de paternidad, o incluso que se fraccionaran los días libres para impedir una desconexión real del puesto. Recuerdo a un oficial justificarlo con un: «¿Cómo va a librar más un guardia que un teniente?». 4. Has mencionado en otras ocasiones que te advirtieron de las consecuencias de afiliarte. ¿Qué sentiste al comprobar que esas amenazas eran reales? Sentí que retrocedíamos décadas. Ser mirado con recelo o llamado «cuervo» o «rata» simplemente por afiliarte a una asociación legal era absurdo. Pero también revelador: si molestas, es que algo estás haciendo bien. 5. En lo personal, ¿cómo ha afectado esta trayectoria a tu entorno familiar? ¿Tu pareja, tus hijos, han comprendido esta vocación también reivindicativa? Mi pareja siempre ha entendido mi necesidad de intentar mejorar una institución anclada en estructuras obsoletas, aunque también percibe lo poco agradecida que puede ser esta lucha. En cuanto a mis hijos, los mantengo al margen. Cuando preguntan, les hablo desde la neutralidad, animándoles a pensar por sí mismos y elegir con criterio. 6. ¿Has sentido miedo? ¿Alguna vez pensaste que te habías equivocado al dar este paso? Miedo, no. Pero sí frustración al ver cómo muchos compañeros, incluso mandos, prefieren mirar hacia otro lado, a pesar de ser conscientes de las carencias. Me cuesta comprender cómo pueden no hacer nada cuando saben que sus propios hijos, familiares o amigos pueden enfrentarse a las mismas condiciones. 7. Hablemos del expediente disciplinario que se te abrió por solicitar una medida de conciliación. ¿Cómo viviste aquel proceso? ¿Qué supuso para ti ser acusado de deslealtad? Con paciencia y la convicción de que la verdad acabaría imponiéndose. Fue surrealista, casi de ciencia ficción: se me acusó de deslealtad por ejercer mi derecho como padre, todo como represalia por haber ganado sentencias previas. No es fácil verte señalado como un delincuente por cumplir con tus obligaciones familiares, más aún cuando todo se construyó desde la mentira y el ego. 8. ¿Te sentiste solo en algún momento? ¿Qué papel jugó AUGC, tus compañeros o tu familia en ese trance? Nunca estuve completamente solo. AUGC, especialmente el equipo de Pontevedra, me apoyó desde el primer momento con un compromiso que siempre agradeceré. Recibí llamadas sinceras de muchos compañeros que entendieron la situación y me animaron a seguir. Sin embargo, también viví el otro lado: compañeros que evitaban hablar conmigo o incluso ser vistos a mi lado, por miedo a ser señalados. Algunos juzgaron duramente mi implicación, con comentarios como «es lo que te pasa por dar guerra». Aun así, cada muestra de apoyo valió más que cien silencios incómodos. 9. En 2020 pasaste a formar parte de la Coordinadora del GRS. ¿Qué panorama te encontraste al llegar? ¿Cómo se organizaba entonces la defensa de derechos dentro del ARS? Cada responsable tiene su forma de trabajar, con sus aciertos y limitaciones. Mi antecesor fue una persona muy comprometida, con la que mantengo contacto. El contexto era complejo, y la organización de la defensa de derechos carecía de una estrategia global. 10. ¿Cuáles crees que son los problemas más estructurales del ARS? ¿Qué situaciones ves como especialmente graves o cronificadas? Más allá del ARS, la Guardia Civil arrastra una excesiva burocracia. En nuestro caso concreto, la estructura del ARS no favorece la eficacia. A menudo se intenta abarcar más de lo que permite nuestra capacidad real. Las prioridades están más enfocadas en satisfacer a los superiores que en garantizar un servicio profesional y seguro para todos. 11. Pese a ser una unidad operativa esencial, ¿sientes que está olvidada por la Administración? ¿Cómo afecta eso al día a día de los agentes? Sin duda, la Administración no presta la atención que merecemos. Solo parece interesarle que cumplamos con lo que se ordena, sin cuestionar las condiciones en las que lo hacemos. Pero también hay responsabilidad en algunos mandos, que aceptan esa precariedad sin alzar la voz. Todo esto repercute directamente en el ánimo de la plantilla. Vemos cómo los nuevos compañeros llegan ilusionados, con vocación, y con el tiempo van perdiendo motivación al descubrir una realidad que nada tiene que ver con lo que les prometieron en la academia. Además, vivimos una contradicción constante: somos militares, pero no estamos encuadrados en ningún ejército, lo que implica asumir obligaciones sin disfrutar de los derechos ni del respaldo operativo y logístico que tienen otras estructuras militares. Y eso, al final, nos convierte en una figura híbrida, olvidada, y sin el reconocimiento que merece el trabajo que realizamos. 12. ¿Qué acogida ha tenido tu labor como representante en un entorno tan rígido y jerárquico? ¿Ha habido evolución o sigue habiendo hostilidad? La evolución existe, pero es lenta. Algunos dicen: «Nos guste o no, tenemos que convivir con las asociaciones». El cambio es difícil cuando tanto jefes como compañeros siguen arrastrando miedos del pasado. Aun así, cada vez más voces se suman, aunque siguen existiendo hostilidades, como hemos visto en casos recientes. 13. ¿Qué mecanismos crees que se utilizan para frenar la acción sindical dentro del ARS? ¿Hay una estrategia deliberada de desmovilización? Pertenecer al ARS ya implica enfrentarse a una estructura especialmente rígida, con una cultura jerárquica muy arraigada. Existe personal cualificado y con visión de futuro que entiende la necesidad del cambio, pero rápidamente se les recuerda cuál es su sitio, apelando al «somos militares y nos debemos al mando». Es una forma sutil pero efectiva de desactivar cualquier impulso de mejora. No creo que exista una estrategia formal y escrita de desmovilización, pero sí una inercia institucional que inculca el miedo a señalar lo que no funciona. Además, vivimos una paradoja constante: somos militares, pero no estamos encuadrados en ningún ejército, lo que nos deja con obligaciones plenas y derechos limitados. Esta situación facilita que se controle, silencie o margine cualquier voz crítica sin el amparo que tendría en un entorno verdaderamente estructurado o democrático. 14. ¿Cuál ha sido el momento más duro en esta faceta como representante? ¿Y el más satisfactorio? Lo más duro: ver que compañeros son sancionados o expulsados por lesiones evitables, provocadas por material defectuoso. Lo más gratificante: escuchar un simple «gracias» en momentos difíciles. Esa es la mayor recompensa. 15. ¿Qué avances concretos destacarías en estos años de trabajo en el sectorial del ARS? A pesar de las dificultades, hemos establecido un canal de comunicación con la jefatura (aunque a veces «se cae la cobertura»). Se celebran reuniones anuales, se ha invertido en material gracias a nuestras campañas, y seguimos luchando por la actualización de dietas. 16. Has estado presente en conflictos por dietas impagadas, por derechos de conciliación, por jornadas abusivas… ¿Qué estrategias has utilizado para hacer frente a esa realidad?. La primera es el diálogo, la última, los tribunales. Entre medias, mucha constancia, evidencia, y trabajo silencioso. Prefiero no desvelar todo el método para no perder eficacia. 17. ¿Cómo se consigue seguir adelante cuando te enfrentas a la indiferencia, o incluso a la persecución? ¿Qué te da fuerzas para continuar? Estrategia, serenidad, coherencia y convicción. Pensar que, si no lo hago yo, probablemente nadie lo hará. Y entonces estaremos peor. 18. ¿Cómo imaginas una verdadera transformación del ARS? ¿Qué tres medidas serían urgentes y posibles? Imagino un ARS donde impere la lógica operativa, donde los servicios estén coordinados y adaptados al potencial real de las unidades, y donde se garantice que el personal cuente con los medios adecuados para cumplir su labor con seguridad y eficacia. Una de las medidas urgentes sería asegurar la dotación de material esencial y específico para nuestras funciones, algo que debería estar garantizado por sistema. En segundo lugar, establecer una planificación realista y coherente de los servicios, basada en la operatividad, no en intereses ajenos al terreno. Y, por supuesto, el cumplimiento riguroso de la Orden General de jornada y horario, que es una norma de obligado cumplimiento, no una sugerencia. Vulnerarla implica ignorar derechos básicos como el descanso y la conciliación, y su aplicación no puede quedar al criterio de cada mando. Cumplir esta OG es un paso esencial para dignificar el trabajo diario de los agentes del ARS. 19. ¿Cuál es tu principal objetivo a corto y medio plazo como coordinador sectorial? A corto plazo, lograr que se dote de una vez por todas el material de protección individual, uniformidad y vehículos que venimos reclamando desde 2020. A medio plazo, uno de los grandes objetivos es el cumplimiento escrupuloso de la Orden General de jornada y horario, que es de obligado cumplimiento para toda la cadena de mando y no puede aplicarse de forma arbitraria. No se trata de una recomendación, sino de una norma interna con rango y fuerza normativa, que regula derechos básicos como el descanso y la conciliación. Exigir su aplicación no es un capricho: es garantizar que se respeten los derechos más elementales de quienes sostenemos el servicio operativo día tras día. También seguimos trabajando por una actualización justa de las dietas, que refleje las necesidades reales del personal en comisión. 20. ¿Qué papel debe jugar AUGC dentro del ARS y cómo puede implicarse más la plantilla? AUGC es la asociación más representativa y con mayor experiencia. Su papel es esencial. La clave está en que cada grupo tenga un vocal activo, que permita canalizar objetivamente las problemáticas. Sin implicación interna, no hay mejora posible. 21. Si tuvieras delante a un compañero que duda entre implicarse o quedarse al margen, ¿qué le dirías? Le diría que «no sea oveja». Que trabaje duro, por el bien común, sin esperar reconocimiento individual. Que no se conforme con el «donde fueres, haz lo que vieres». Porque el cambio real comienza desde abajo 22. ¿Y a esos mandos que aún miran con recelo el trabajo asociativo? ¿Qué mensaje les transmitirías? Que recuerden que todos somos servidores públicos. Las escalas están para organizar, no para reprimir. No somos enemigos. Lo que hacemos lo hacemos por todos, incluidos ellos. 23. Para cerrar: ¿te sientes orgulloso de todo lo vivido, incluso de lo más difícil? ¿Merece la pena seguir luchando? Sin duda. Todo forma parte del camino. Las experiencias, incluso las más duras, me han construido. Y sí: merece la pena luchar. No entiendo formar parte de AUGC sin estar implicado de verdad.
No responses yet